El día que acabé en Portobello Road sin quererlo

Hace dos fines de semana me encontraba yo en Londres, en mi visita, que amodio, de control a El Hombre, de la que ya he dicho que estoy sacándome un MASTER. Empiezo a saberme los horarios y aerolíneas de memoria…
Esta vez fue un lujo poder ir de jueves a domingo, en vez del típico viaje exprés de fin de semana.
El viernes, El Hombre trabajaba y yo me monté el plan de recados varios y quedar con una amiga para ponernos al día y demás.
Hacía un frío que pelaba, y después de pasarme toda la mañana corriendo, de arriba a abajo, haciendo recadillos por el barrio, llego a casa y pam. Mi primer contratiempo.
La cerradura había sido cambiada hacía poco y la puerta no se habría. Tenía que salir en menos de 5′ y no había manera.
Mieeerda!!
Acabó mi cuñado saltando por la ventana e intentando abrir la cerradura, con más maña que fuerza. OLE!
Salí corriendo para llegar puntual a mi cita con mi amiga, con hambre y sacando la lengua.
Al llegar, pico al timbre y nada. Después de llamar 4 veces, no hay respuesta. Mi segundo contratiempo.
Quien me iba a decir a mi, que no tengo su número en mi móvil inglés. Ni en el español. Por suerte, el de su pareja, pero escueto.
A todo esto, servidora lleva unas Converse en un día de frío helador. Pies encogidos. Y por dentro, sufriendo por si me iba y no me encontraban. #CaraBoba total.
Pero después de una hora esperando, me decidí ya a irme, o más bien el Hombre me forzó. Una bebida caliente y algo de comida no me sentaría mal.
Y así es como en menos de 5′ me planté en Portobello Road, donde podría encontrar el bar más cercano, por primera vez corriendo e ignorando cualquier tienda, por llegar cuanto antes a lugar caliente.

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Cheese&ham toastie and cappuccino.

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