El otro día, después de una viaje en balde a ninguna parte, con el paraguas mojado colgado de la muñeca y los zapatos calados por la lluvia oportuna de este país, me pasó una de las cosas más bonitas que te pueden pasar en el día a día: rememorar tu pasado a través de tu olfato.

¡Qué sensación tan grande es esa de pararse el mundo cuando llega a tu cerebro recuerdos esnifados! Y luego una sonrisa, lagrimita o suspiro, según convenga.

Aquest cop va ser aquesta planta pudenta la que va portar el record d’hores de pati.

La fusta esquerdada i molla de les escales d’abaix, amb les baranes grogues i les dues canals a cada banda per on ens deixàvem lliscar deixant ben maques les faldilles de quadres.

Era un supermercat, una atracció o un tren? Recordo que les fulles eren els tiquets que picàvem amb pedres com revisors de RENFE. Les boletes vermelles eren… Tomates? O cireretes confitades decorant els pastissets de fang amb sorra fina i saliva. Què durs que podien arribar a ser! I tota aquesta diversió en menys d’una hora, fos pati del matí o de la tarda…

Y esto, escrito en uno de los días que mi nariz más ha sufrido por fuertes olores a fritanga, que traspasan tus tabiques nasales y se instalan en tus intestinos provocando malestar. Portobello Market.

Olfato, curioso sentido, primario donde los haya. No en vano se está estudiando como terapia/soporte/rehabilitación en pacientes de Alzheimer. Tendré que ‘googlear’ más sobre el tema…