el dinamismo de la estabilidad

No es que yo sea una canosa sabuesa, pero me ha parecido ir observando a lo largo de estos años que ser emocionalmente estable requiere un esfuerzo INMENSO.

Es importante saberlo y aún más admitirlo. Y creo que eso es lo que llevamos peor. Cuando estamos mal, nos rebelamos y  llamamos a todas las puertas, a veces a las erróneas.

Desde que he empezado a trabajar como médico de familia, no deja de asombrarme la gran confianza y con ella, carga emocional, que muchísimos individuos depositan en su médico de cabecera. Incluso, a veces, delegan responsabilidades laborales, familiares y conyugales que a un médico no le pertocan.

Un ejemplo muy gracioso, fue el de una pobre señora a la que el vecino de arriba, haciendo obras en el suelo, le había destapado y descolgado todos los cables de la luz. Venía por ansiedad y para saber si “sanidad” podía hacer algo sobre esto. No tenía ni idea de lo que tenía que hacer ni por donde empezar. Un buen chiste, vamos.

Pero la cosa no va de médicos. La cosa va de estabilidad.

No sé cómo se adquiere la capacidad de mantenerse estable emocionalmente, pero sí que es cierto que es un proceso continuamente cambiante, dinámico. Ahora hay que bajar un poco, ahora hay que subir un mucho. También sé que requiere esfuerzo.Como seres sociales que somos, siempre tenemos que relacionarnos con nuestro entorno. Pero tampoco sé cómo se encuentra el balance entre darse, entregarse, perderse, descuidarse, ignorarse o ignorar a los demás. Hay para todos los gustos. Un sinfín de posibilidades, agrupadas en tres grandes grupos: el que nada, el que a medias y el que todo. Todas con sus matices.

Leí un día en el diario La Vanguardia el siguiente titular:

ama

 No sé qué tal es el señor en cuestión, pero a mi, la frase, se me quedó grabada.

Me hizo reflexionar sobre que, no solo con tu pareja, sinó con las relaciones en general, uno no debe ir a volcarse o depender de otro, sinó siempre potenciar, compartir, acompañar. Una relación no debe ser una parasitosis, sinó una simbiosis o, mejor aún, sinergia.

king

 Para ello, como decía aquí y aquí, yo creo que lo mejor es conocerse y quererse y después, conocer y querer a los otros. Es cuestión de salud mental.

Para eso se necesita también haber crecido en un caldo de cultivo nutritivo y calentito, de lo cual, ya no puedo hablar de cómo se consigue, pues no soy ni madre ni padre.

Y seguro que quienes lo consiguen, le ponen mucho empeño, pero tampoco saben cómo lo hacen. Solo dan gracias por haberlo hecho, ser más o menos estables y seguir así, que de eso se trata. Las montañas rusas no son muy de fiar.

Hala, ¡a quererse!

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