Las 7. Bien. Por fin. He decidido que me va a encantar mi día. Va a ser genial.
Me ducho porque cualquier día que se precie empieza con una buena ducha. Cada día, vamos.
Al agua caliente parece que le cuesta, pero ahí viene, dispuesta a ponerme los músculos a tono. Y un chorro por la espalda. Pues no he empañado tanto el cristal, no se podrá quejar.
El termómetro del comedor me ha chivado que hace frío en la calle. ¿Doce grados? La verdad es que ya no me acuerdo de qué se siente a doce grados. Ante la duda, sé cebolla, claro que sí. Capas, capas, capas… Que se quitan a medida que pasa el día.
Hoy he decidido que no me voy a cargar como una mula. El por si acaso saco media hora, para la vuelta, cuando me siente… No va a pasar. No, ese trabajo que quieres sacar no va a pasar. Hoy no.
Salgo con más tiempo de lo normal. Voy a ir a cogerme un café con leche y bocadillo al sitio de siempre.
El termómetro de la calle marca ocho grados. Pero creo que no he escogido mi atuendo del todo mal.
Ese aire frío en la cara mientras brazos, piernas y pies están contentos, es de las mejores sensaciones mañaneras. Un chute de energía. Y para ir calentando motores, vamos a acelerar el paso, que me gusta a mi.
Ya están puestas las calles y algunos las limpian entre conversaciones. Otros preparan las tiendas para lo que será el día de más ventas. Ahí os dejo.
Palomas adormiladas, saliros del medio. Arrancando el vuelo en el último segundo, fregando mi mano. ¡Aaaarg! Esto sí que no, no, no, no. Lo siento, las palomas me dan asco. Necesito lavarme las manos YA. No soy exagerda. ASCO.
Llego al bar de siempre, con tiempo, justo al lado de la estación. “Cóbrame, que voy al baño”. Ya está. Hoy sí que tienen jabón, gracias a Dios. ¡Con lo poco que cuesta rellenarlo!
Imprimo el billete en la estación. Ya me he acostumbrado así y para allí que me voy. Todavía voy con tiempo. ¡Y comida!
Llega el tren, busco mi vagón y me siento en mi sitio. Y me encuentra una cara familiar. “¡Eiiii! Holaaaaa”. Ya tengo rollo para rato.
¿Lo ves? El guión sigue escribiéndose. A veces no hace falta nada más.

¡Qué tengas un buen día!