Una de las cosas que me está preocupando más durante la crisis del COVID-19 es el bienestar de los míos; mi marido y mis dos hijas, a parte de mis padres, hermanos y amigos.
Pero los niños… Sobretodo los que no entienden porque están encerrados en casa, no lo están pasando nada bien.
De la sonrisa a las lágrimas en menos de 2 segundos, comedores compulsivos, irritables, pesadillas, volver a conductas o fases que ya habían superado… Los pobres no pueden jugar ni socializar como antes y no lo entienden.
Pero el hecho de que los niños se hayan quedado en casa, a parte de beneficiar a la salud de todos, ha tenido un impacto en la vida profesional de muchas personas. Y diré que solo puedo ver el lado positivo.
Se ha demostrado que mucha gente puede hacer teletrabajo, sí. Y aún más importante, se ha hecho patente que estas personas tiene familias, ¡tienen HIJOS!
Hijos que han salido en videoconferencias, se les ha oído en reuniones o han sido el motivo de posponer o adelantarlas. Parece que ahora todo el mundo comprende lo difícil que es la conciliación familiar, ¡QUE NO EXISTE!
Teniendo un trabajo presencial y esencial en esta crisis como el mío y con unos cuidadores mayores de 65 años, mi marido se ha visto teletrabajando y a la vez cuidando a dos menores de 4 años, tarea ardua donde las haya.
No solo está aprendiendo él y yo, sino todos.
No es la situación ideal, pero a ver si cuando todo esto pase, empresarios y empleados nos acordamos que todos tenemos familias, que son lo más importante, y que la flexibilidad y buena voluntad en el campo profesional son actitudes potenciadoras y incluso podrían aumentar la eficiencia.
¡Ánimos a todos!