COVID-19 y el hogar: dentro de esas cuatro paredes

Sigo con los posts de agradecimiento a esta crisis sanitaria provocada por el COVID-19. Y esta vez le toca al hogar.

El confinamiento impuesto por el Gobierno ha hecho que nuestras casas se hayan convertido irremediablemente en hogares.

Habrá gente que ya apreciaba su hogar como tal, no lo dudo, pero habrá otras personas que apenas pisaban su casa, otros que quizás pasaban muchas horas en ella solos, otros que la tomarían por el lugar donde dormir y guardar las cosas… Cada uno su percepción según su situación.

Pero llegó COVID-19 y de pronto todos los habitantes han tenido que quedarse dentro confitados. Y han surgido cosas, seguro que malas también.

Siempre he pensado que mi casa es mi refugio. Nuestras cuatro paredes son las que nos ven, nos oyen, nos aguantan, nos protegen. Hay que tenerlas limpias y cuidarlas. Aquí vivimos, aquí crecemos. Esto lleva un tiempo y por supuesto un esfuerzo.

Algunos consideran este asunto un trámite que puede ser delegado y usan el archiconocido argumento de que ese tiempo es perdido y puede  emplearse en hacer otras cosas que nos gustan y motiven más o estar en familia o con amigos. Fuera de casa hay tantísimas cosas que hacer…

Yo no podría estar más en desacuerdo. Mis argumentos se han visto aprobados más que nunca con esta situación y  eso me hace feliz. No por tener razón, quizás no la tenga, sino porque este cambio ha beneficiado a mi familia.

Limpiar o no limpiar tu casa, cocinar o no hacerlo, poner la lavadora y doblar la ropa o no hacerlo, hacer la compra o no hacerla… MARCA LA DIFERENCIA.

Cuando uno sabe, conoce, entiende, organiza y se anticipa a esas necesidades más esenciales y cotidianas como es vestirse, alimentarse y limpiarse, es claramente diferente al que no lo hace. Se aplica al que vive solo, con amigos, en pareja o en familia.

Y estas tareas llevan tiempo, ¡claro que sí! Pero el tiempo se busca y se encuentra. Y además es tiempo que invertimos en nosotros mismos, en cuidarnos desde lo más pequeño y sentirnos bien. Sin lo más pequeño cubierto, no se puede ir a lo grande. Nos falta algo.

Y esto no tiene que recaer en una sola persona. Todos los habitantes pueden cooperar, desde los más pequeños a los más mayores. ¡Qué grande es saber cuidarse a uno mismo y a los demás!

Hogar, dulce hogar.

P.S: Ánimos para los que se están tirando los platos por la cabeza… Un día los lava uno y otro día, el otro. 🙂

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