No son pocas las veces que recuerdo con cariño las primeras lágrimas que me robó el flamenco. Sobretodo cuando se da el típico (para mí lo es) comentario de lo curioso que es que una catalana escuche esas ‘charnegadas’. A esos les digo, el flamenco es música y ésta es cultura.
¿Tendría unos 13 años? ¿12? ¿14? No sé. Me encantaría saberlo.
El caso es que estaba yo metida en la furgo de mi padre, una Nissan Serena blanca que por aquellos entonces aún transportaba a personas y seguía libre de rozaduras de pedales de bicis.
Estábamos aparcados debajo de la subida a St. Fèlix, en la que ahora no puedes aparcar ni de coña, pues mi padre se había acercado al cajero a sacar algo de dinero.
No recuerdo si realmente estaba sola o no, pero mi impresión es de absoluta soledad, yo y la música de ese cassette de recopilación de canciones que hablaban de inmigración, idiomas lejanos y llevaba el logo de algún sindicato nacional.
Me sabía las canciones de memoria, básicamente porque sería la cinta que teníamos en el coche y la exprimíamos al máximo. Cara A y cara B.
Y entonces sonó aquella canción de…”Cuando va a caballo, con la rienda corta y el cerviz en alto… Montes de Cazorla…” y como si la hubiera oído por primera vez, me puse a llorar. ¡Estaba llorando!
A día de hoy me sigue sorprendiendo, y se me acaba de ocurrir que quizá me había pegado el garrulo de algún hermano mío y justo lloraba escuchando la canción.
Pero mi mejor teoría es la de que lloré porque ‘reminiscenciaba’ los cantares de mi abuelito Poli, una idea que se me había quedado en algún recoveco de mi niñez cerebral.
El caso es que ese fue el primer recuerdo que tengo de emocionarme con el flamenco, y lo escribo escuchando ‘ArteSano’ de Miguel Poveda (recomendación de mi primo el guitarrista) , que no sé si quedarme con las guitarras o la voz, porque los dos me ponen los pelos como escarpias. 😉
p. s.: no sé qué canción es, porque nunca la he vuelto a encontrar, pero parece que he encontrado unos fragmentos en unos apuntes de Antonio Machado. Un misterio.