Reflexión polémica que me irrita muchas veces.

Mi madre me dice el otro día mientras estaba estudiando que es ahora cuando se hace mayor (y tiene mucho más tiempo…) que limpiar y cocinar le encanta y relaja.

Yo le llamo otra cosa y por dentro me río, pensando como El Hombre me llama obsesa de la limpieza y el orden.

Mi madre sigue. Qué poco valoramos que las cosas estén limpias. Yo sigo estudiando en silencio. Viene un ejemplo. “Qué importante son las señoras de la limpieza en un quirófano para el gran cirujano y los enfermeros instrumentistas ¿verdad? Y nadie se acuerda de ellas”

Yo digo que no es cierto y que definitivamente es muy importante.

Sigue con otro ejemplo. Recuerda como en su oficina, alguna gente miraba por encima del hombro a las señoras de la limpieza. Y nadie les da las gracias. Y lo apañadas que son y la sabiduría que tienen.

Yo recuerdo mi propia experiencia trabajando en la limpieza, con veteranas joyas, y me río.

“Nadie es más que nadie“, dice al final. Sí, creo que ya te había pillado, madre. Pero como siempre que sale el tema de los trabajos, se acaba concluyendo, cada uno tiene el suyo.

Llevándolo a mi terreno, el otro día vi en el programa de Emergències de TV3, como una auxiliar de enfermería se refería a la cadena con una cosa así: “Las facultades de Medicina forman muy bien a los médicos, pero les falta humanidad en el trato con el paciente. Las enfermeras saben muchas técnicas y están muy ocupadas ejerciéndolas, no dando al paciente la atención que merecen, en algunas ocasiones. Pero nosotras, las auxiliares, somos las que realmente estamos al lado del paciente, lo escuchamos y mimamos.”

Tu puesto de trabajo no define que seas mejor o peor persona, es un puesto de trabajo. Si encima lo haces bien, eres respetuoso y tienes ángel, eres un tesoro. En todos los trabajos, somos piezas de un gran montaje, pero ante todo somos personas.