Es gracioso ver como los aplausos de las ocho de la tarde han generado reacciones dispares entre el personal sanitario. A unos les encantan, otros los detestan, otros los reciben con satisfacción y otros con resignación.
Da lo mismo, porque no durarán mucho, como todo, la gente se olvidará. Pero el personal sanitario seguirá trabajando. Como todos, también.
El personal sanitario: ese colectivo de individuos entre motivados, inconscientes, quemados pero voluntariosos, que trabajan por muy poco (pero con seguridad laboral) a horas intempestivas, 24/7/365, en un campo que en el fondo les gusta (porque la puerta está siempre abierta).
Yo no les llamaría héroes. Pero tengo que decir que ante esta situación a mi me han dejado pasmada y son los que más me han hecho llorar de emoción desbordada.
Con muchísimo miedo, pero dispuestos a hacer turnos extras, colaborando en equipos multidisciplinares, ayudándose los unos a otros y tomando las riendas de la situación ante el caos de protocolos e indicaciones que cambian cada día, sin exagerar. Sin información, sin conocimientos, sin referentes con ellos, ni estrategias establecidas.
¿Quién se ha hecho cargo de la situación a nivel local? ¿Quién se ha adaptado día a día a lo que estaba cayendo? ¿Quién ha actuado en consecuencia?
No son héroes, más bien soldados, que se han ido desarmados a trabajar. Sin protección adecuada, de ningún tipo, ni física ni moral.
No se nos hacen test y se nos aplican criterios diferentes al resto de la población; sin síntomas… ¡a trabajar, majete! Nada de aislarte por si acaso infectas en periodo de incubación.
Administrativos, enfermería, médicos, auxiliares, camilleros, técnicos de radiología, limpiadoras, hostelería, farmacia, psciólogos, técnicos de ambulancia, trabajadores sociales….
Dedicándose sonrisas oculares por encima de esas máscaras engorrosas que no dejan respirar.
También algún bailoteo y postureo con trajes de astronauta que te quitan como mínimo 500gramos al día por pérdidas en sudor.
Compartiendo palabras de ánimo y anécdotas amenizantes sobre los centenares de contactos telefónicos de lo más variopintos realizados por semana. ¡Qué pesados, por favor!
Ingeniando y diseñando equipos de protección con bolsas de plástico, telas sueltas, gorros de ducha, perchas dobladas, botones de las cajas de costuras de sus abuelas… Y luego, lavándolos y esterilizándolos a diario, incluso tendiéndolos al sol para que todos podamos estar tranquilos. Ni que decir tiene, exprimiendo al máximo todos los contactos con impresoras 3D o acceso a más material.
Qué distinto a ese mundo sanitario al que estábamos acostumbrados, donde se podía escuchar a medio equipo criticar al otro medio o lanzarse dardos entre distintas disciplinas o profesiones. Ese ambiente que daba urticaria y te ponía de mal humor.
COVID-19 me ha hecho ver que sí hay vocación. Sino que me expliquen a mi en qué empresa los trabajadores toman las riendas cuando no hay ley ni orden y además hacen un trabajo excelente sin pedir nada a cambio. Y que lo hagan tantos a tu alrededor, todos a una, y con ganas de dar más.
Eso hace sentirte orgullosa de formar parte de esto. Aunque de miedo, aunque estemos cansados de tanta incertidumbre y planes de última hora, yo he ido a trabajar más animada por trabajar con la gente que trabajo.
Todos los estamos haciendo muy bien, y aunque a los demás no les importe, aunque nos dejen de aplaudir y nos vuelvan a insultar, fustrar y desesperar por su mala educación y falta de respeto, nosotros sabremos que estamos haciendo algo que nos gusta y sabemos hacer bien. Sin duda el sistema de salud público es lo grande que es por sus trabajadores.
Yo diría que nos han puesto al límite y parece que hemos superado la prueba con creces.
¡Ánimo a todos!